Buscar la paz implica reconocer al adversario
(Un artículo de marzo de 2014, aún vigente)
El
gobierno no comprende (o no quiere comprender) que la paz verdadera se
construye dialogando con el adversario y no estableciendo monólogos ridículos y
vacíos, para auto convencerse y/o convencer a los incautos, de que se están
esforzando por la paz. Desconocer olímpica y obstinadamente el descontento
nacional, causado por el deficiente desempeño del régimen en casi todas las
áreas sensibles, es mortal para la paz.
Ya
es vox populi que este descontento es el genuino origen del estado de agitación
nacional. Negar esta realidad es una torpeza imperdonable. Si el gobierno
quiere pacificar al país por medios civilizados, no tiene otro camino que
mejorar su desempeño, oyendo a sus ciudadanos. Me temo que descalificar a
priori las protestas aduciendo que se trata de un golpe de estado, es un harakiri.
Apagar
candelitas maltratando al pueblo, puede generar una avalancha de infiernitos en
ese mismo pueblo que se siente burlado, puesto que sus necesidades fundamentales
no están siendo atendidas satisfactoriamente. Y esto sí podría generar en
muchos la peligrosa convicción de que hay que salir del régimen. Por lo tanto,
una buena dosis de cordura, raciocinio y tolerancia le vendría bien al gobierno.
No pueden darle la espalda a la historia: los gobiernos pasan, el pueblo queda.
El
descontento y la efervescencia popular no lo incentivan ni lo financian Obama,
Uribe o Martinelli (me temo que los congresistas peruanos también serán
incluidos en breve).
La “calentura” popular está en las larguísimas
y denigrantes colas para tratar de conseguir los productos que las amas de casa
necesitan en su hogar; está en las morgues, en donde las madres desconsoladas
van a buscar a sus hijos víctimas del hampa desbordada y tratada con manos de seda;
está en los hospitales públicos, en donde agonizan y mueren a mengua tantas
personas, por falta de insumos médicos y especialistas; está en el despilfarro
y en la descarada corrupción del régimen, que han contribuido en gran medida a
la escasez de divisas, en la época de mayor ingreso de petrodólares; está en
las escuelas públicas, en donde el gobierno pretende adoctrinar a los alumnos y
enseñar una historia escrita a la medida del régimen; está en el accionar
delictivo de los colectivos armados y apoyados sin rubor por el régimen; está
en el apartheid laboral por pensar distinto; está en el abuso de obligar a los
empleados públicos y a los militares a asistir a actos partidistas; está en el
afán de insultar y encarcelar a líderes opositores; está en el escandaloso
cinismo del régimen, al culpar a la oposición o a otros del desastre económico
y social del país, luego de 15 años en el poder; y un largo etc. Quien siembra
vientos, cosecha tempestades.
Y
para colmo de males, esa inmensa cantidad de venezolanos se siente calumniada
por el régimen, cuando, por manifestar explícitamente su descontento, se le
acusa con desprecio (muchas veces en cadena nacional) de: apátridas, golpistas,
fascistas, tarifados, manipulados, desestabilizadores, vende patrias, mercenarios,
gusanos y otras perlas más del tristemente célebre vocabulario revolucionario. Esto
lo que hace es alimentar aún más esa “calentura”. No hay peor ciego que el que
no quiere ver.
Bueno
el cilantro, pero no tanto.
Alexis Giménez, marzo,
2014